Pinceladas de tiempos pasados...


Aún no sé por qué sigo pensando en ti.
¿Cuándo voy a dejar de quererte?
Sigues, sigues en mi alma. ¿Por cuánto tiempo?
Hubo un tiempo tan maravilloso hace años ... un sueño, una divagación, una esperanza efímera, un soplo de melancolía oxidado en la memoria...
Pues claro que te recuerdo. Sabes que siempre vas a tener ese hueco en mi corazón.
Sé que probablemente nunca volveré a verte.
Pero prefiero pensar en que tendremos otra oportunidad.
Ya la tuvimos. En varias ocasiones.
El destino nos unió una y otra vez, mientras mi corazón sonreía al ver recompensado todo el esfuerzo de esperarte. Tuvimos amistad, confianza, cariño... eso, sí, en la distancia.
Pero poco me importó, y tú bien lo sabes. No podía creerlo. ¿Podríamos haber llegado a algo?
Jamás.
Eso siempre lo tuve presente. Pero era tan feliz pensando en ti... Tu recuerdo todavía me hace daño, me escuece, mis lágrimas brotan al esbozar aquéllos felices momentos. Pero poco importa ya. Ojalá pudieras leer esto... ojalá pudiera verte otra vez, sólo una última vez... ojalá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las palabras dibujan las realidades, y las realidades claman a las palabras ser dibujadas. En este compendio de complicidad y deseo se entrelazan, cual ortigas con flores, las poesías y poemas, que confunden a las palabras e intercambian realidades para mostrarnos cual vil y dura es la vida de una flor en una ortiga.

Anónimo dijo...

Ya que he oído hablar de ellos por aquí, te pego uno de mis poemas favoritos (esta no es mi traducción favorita pero es que la buena no la he encontrado por casa):

"El Albatros" de "Las flores del mal" de Baudelaire

EL ALBATROS

Por distraerse, a veces, suelen los marineros
Dar caza a los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío surcando los amargos abismos.

Apenas los arrojan sobre las tablas húmedas,
Estos reyes celestes, torpes y avergonzados,
Dejan penosamente arrastrando las alas,
Sus grandes alas blancas semejantes a remos.

Este alado viajero, ¡qué inútil y qué débil!
Él, otrora tan bello, ¡qué feo y qué grotesco!
¡Éste quema su pico, sádico, con la pipa,
Aquél, mima cojeando al planeador inválido!

El Poeta es igual a este señor del nublo,
Que habita la tormenta y ríe del ballestero.
Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.