Érebo y Nicte



Aparece de pronto, cuando todos creían que ya nada podía recuperarse de lo perdido en aquél lejano páramo. Y te tapa los ojos. Te impide ver con claridad.
Como la nostalgia, te produce una cómoda sensación que te invade por completo.
Es entonces cuando pienso en ti.
Tú, con tu presencia, consigues destronar a Érebo en un combate cuerpo a cuerpo; ¿quién gana? Ganas tú. Gano yo.
El olor a almizcle, impertinente, me eleva hasta tu morada. Me acerco a tu nuca, iluminada por un suave candil; sientes mi respiración. Llevo mis dedos, no particularmente bonitos, a tus labios. Calla.
No necesito tus palabras. No las quiero. Sólo mírame... y ahí está, tu mirada furtiva, y yo, esparcida entre las gotas de rocío. Nicte se ha impuesto, de nuevo, y siento frío.
Oh, sombras ecuánimes, no me arrebatéis mi ilusión.
_____________
**Anita Gallego**