dolor y languidez
Quiéreme por cada lágrima que derramé por ti.
Por cada alfiler oxidado que clavaste y ahora envenena mi corazón.
Sólo porque la herida escuece, y no tengo alcohol para curarla. Todo él corrió por mi garganta en una madrugada perenne, cuando aún creía en sombras difusas.
Y ahora, esquilmados gusanos recorren mis manos, buscando algo maldito entre la materia aún viviente.
No abandones a este usado fósforo en el que me he convertido...
pues sólo intentaba estar a tu lado.
*
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